Cuando veo esas puntas de iceberg que son las noticias relacionadas con Pokemon Go en las que hordas de jugadores se dirigen absortos hacia un lugar concreto mirando una pantalla supuestamente poniendo en riesgo sus vidas no me queda más remedio que sonreírme.
Antes que nada: Estoy a favor. No juego a Pokemon Go ni a ningún juego de pokemon, ni he visto la serie ni conozco mucho más de lo básico, pero todo el asunto de Pokemon Go me genera cierta alegría.
Me pilla ya mayor. Ya me pasó con Minecraft. No lo entiendo pero me hipnotiza su éxito y ver jugar a críos a un sandbox tan, tan inmenso con soltura. Creo que es bueno para el mundo del videojuego aunque solo sea por que moviliza a muchos y por tanto muchos recursos. No hay librería que se precie que no tenga un libro de Minecraft. Lo aplaudo.
Con Pokemon y Nintendo más todavía. Todos dábamos a Nintendo por vencida y olvidamos que sobrevivió a Atari, a Sega y a PS1. Vuelve a estar en cabeza con tecnología ya amortizada (¿sinónimo de obsoleta?) y una idea que tampoco es que sea la repera pero que ahí está, reuniendo legiones.
Pero concretando, todo esto me recuerda esos rituales de videojuegos que conocí de joven que aún ahora serían extraños y que en su día resultaron extraños a otros.
Yo fui de esos que iban a casa de un amigo a pasar la tarde simplemente viendo jugar a otro al Alex Kid. ¿Qué ganaba yo? Poco más que una rebanada de pan con nocilla y un vaso de leche entera. Me pregunto si las madres de hoy siguen preparando esas meriendas. No sabría decirlo pero en Septiembre de 2014 Amazon compró Twitch que es básicamente lo mismo, ver jugar a videojuegos, por 970 millones de dólares. NOVECIENTOS. SETENTA. Nada de nocilla, que se sepa.
¿Saben eso del micro-mecenazgo y las reservas anticipadas de videojuegos? En el recreativo del barrio había todo un ritual al respecto: Si querías turno en una máquina ponías tu moneda de cinco duros en la repisa junto a los botones y el cenicero. Sí, se fumaba en aquellos antros y no era raro ver una fila de monedas esperando su turno. Reservando, que es gerundio.
También he “sufragado” a algún amigo experto para que pudiera continuar una partida más en Double Dragon. Un crédito más. 1 Credit.
Lo de los salones recreativos daría para mucho, desde pasar por debajo de la mesa del futbolín si perdías sin marcar a esperar antes de gastar tu dinero por que rondaba cerca el campeón de turno de Street Fighter –no era concebible un salón sin un Street Fighter- y aquello era un espectáculo más que digno. Aún suelto una lagrimita cuando paso por el local del barrio donde estaba mi recreativo de cabecera y veo en su lugar una peluquería de estilo africano. Donde estaba mi Carrier Air Wing hay una secadora enorme. Morada.
Antes de internet madrugaba para ir a ciertos videoclubs y estar de los primeros porque el dueño prometía ese día una copia de J-League, el ISS PRO japonés de turno recién sacado del horno, o un Einhander. Videojuegos de importación que normalmente jugábamos en formato NTSC y por tanto en blanco y negro, tecnología obsoleta. Para ello había que salir a la calle, saber buscar, guardar cola, caerle bien al tendero de turno. Rituales de videojuegos.
Pues eso veo en Pokemon Go sólo que multiplicado y actualizado. Rituales relacionados con un videojuego.
Me da en la nariz que eso habla más de la buena salud del sector y de nuestra querida Nintendo, de las comunidades de jugadores, del videojuego moderno y del videojuego masivo que la hiper-alta resolución, el foto-realismo, las gafas de realidad virtual o las pantallas curvas. Aunque, ¿Qué se yo? No entiendo ni de estos conceptos tecnológicos ni de Pokemon.
Larga vida a Pokemon Go.
Larga vida a Nintendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario